LA REVUELTA PERMANENTE, por
BALTASAR PORCEL
Baltasar Porcel i Pujol vino al mundo un 14 de marzo de 1937 en la apacible Andratx, un rincón de Mallorca que destila salitre y memoria, y se despidió de él el 1 de julio de 2009 en Barcelona, esa urbe vibrante que acogió gran parte de su vida y su legado. Escritor, periodista y crítico literario, su pluma se movió con igual destreza entre el catalán y el español, tejiendo una obra vasta y luminosa que lo consagró como una de las voces más resonantes de la literatura catalana contemporánea. Autodidacta por vocación, abandonó los estudios de comercio en Palma para sumergirse en el periodismo, primero en el Diario de Mallorca y luego en publicaciones como La Vanguardia, Última Hora o Destino. Su vida fue un vaivén entre su isla natal y la metrópoli catalana, un equilibrio que nutrió su escritura con un localismo mítico y un cosmopolitismo audaz. Galardonado con premios como el Josep Pla, el Sant Jordi o el Nacional de Literatura de la Generalitat, su obra trascendió fronteras, traducida al inglés, francés, italiano, alemán y hasta vietnamita, y fue elogiada por figuras como Harold Bloom, quien lo equiparó a gigantes como Philip Roth. Porcel no solo narró historias: las vivió, las destiló y las elevó a la categoría de mito, siempre con una prosa rica, casi táctil, que olía a mar y sabía a tierra.
La revuelta permanente, publicada en 1978 por Editorial Planeta y premiada con el Espejo de España, es mucho más que un libro: es un torrente vivo de memoria y resistencia, un testimonio que late con la fuerza de lo humano y lo histórico. En su núcleo está Joan Ferrer i Farriol, un anarquista catalán cuya vida, grabada en París en 1970 por el propio Porcel en unas cincuenta cintas magnetofónicas, se despliega como un fresco vibrante del siglo XX español. Ferrer, nacido en 1896 en Igualada en el seno de una familia humilde, perdió a su padre a los seis años y creció entre la pobreza y la rebeldía. Su voz, recogida con fidelidad casi reverencial por Porcel, nos lleva desde las luchas obreras de la Cataluña industrial hasta la efervescencia de la Segunda República, pasando por la Guerra Civil, la resistencia antifranquista y un exilio en Francia que no apagó su fuego libertario. El libro no es una mera biografía: es una ventana a un tiempo de barricadas y sueños, donde la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) se alzaba como un titán de la justicia social. Porcel, con su maestría, edita y da forma a esas cintas, pero deja que la esencia de Ferrer —cruda, apasionada, sin filtros— sea la verdadera protagonista.
La obra arranca con una introducción del autor que confiesa la génesis de este proyecto: un millar de folios transcritos de un hombre de ochenta y un años que habla sin pausa, sin consultar papeles, guiado solo por el “recuerdo proustiano” de una vida en llamas. A través de Ferrer, conocemos la huelga general de 1917, la colectivización en Igualada durante la guerra, el sabotaje contra los nazis en Burdeos y las divisiones del exilio libertario tras Franco. Hay pasajes que cortan el aliento, como cuando describe la “base múltiple” de la UGT —cajas sociales para huelgas, enfermedades o entierros— frente a la acción directa anarquista, o cuando evoca la esperanza rota de 1944, con los aliados venciendo y Franco aún en pie. No es un relato pulido ni academicista; es una confesión visceral, un grito que resuena en cada página. Porcel, al firmarlo, rinde homenaje a Ferrer, fallecido en 1978, y al mismo tiempo lo inmortaliza, haciendo de La revuelta permanente un espejo de España y un canto a la lucha eterna por la libertad. Es un libro que atrapa, que duele y que inspira, una joya donde la historia se siente tan viva como el pulso de quien la lee.
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