domingo, 23 de febrero de 2025

CARLOS V, por PHILIPPE ERLANGER

 


CARLOS V, por PHILIPPE ERLANGER



Philippe Erlanger, nacido el 11 de julio de 1903 en París, emerge como una figura fascinante del siglo XX, un hombre que navegó con igual destreza por los mares de la diplomacia, la historia y las artes. Hijo del compositor Camille Erlanger y de la escritora Irène Hillel-Manoach, creció en un hogar impregnado de cultura, aunque sus padres, judíos no practicantes, le legaron una visión más secular del mundo. Su formación fue tan rica como diversa: obtuvo licencias en Literatura y Derecho, además de un diploma en la prestigiosa École Libre des Sciences Politiques, un trampolín que lo lanzó hacia una carrera multifacética. Desde joven, Erlanger mostró un talento innato para tender puentes entre disciplinas; fue un alto funcionario francés que sirvió como jefe del departamento de intercambios artísticos en el Ministerio de Asuntos Exteriores entre 1946 y 1968, un puesto desde el que promovió la cultura francesa con fervor casi misionero. Pero su legado trasciende los despachos: en 1939, indignado por la politización del Festival de Cine de Venecia bajo el yugo nazi, ideó el Festival de Cannes, un proyecto que cristalizó en 1946 bajo su dirección como primer delegado general. Hasta su muerte en Cannes el 23 de noviembre de 1987, dejó una marca imborrable como fundador y presidente honorario de este certamen que cambió la historia del cine.

No contento con limitarse a la burocracia o al glamour de la Riviera, Erlanger se consagró como un prolífico escritor y biógrafo, con una pasión desbordante por los siglos XVI y XVII, épocas de reyes, intrigas y revoluciones. Su pluma, elegante y precisa, dio vida a figuras como Luis XIV —cuya biografía le valió el reconocimiento como una de las obras históricas más destacadas del siglo por Le Figaro—, Enrique VIII o Felipe V de España. Crítico de arte y periodista, sus textos combinan el rigor de un académico con la chispa de un narrador nato, haciendo que la historia respire y palpite. Su carrera literaria despegó con Le Régent en 1938, retrato íntimo y político de Philippe d’Orléans, pero alcanzó nuevas cotas con obras como Carlos V, publicada originalmente en 1980 por Perrin y traducida al español en 2000 por Ediciones Palabra. Además, coescribió guiones cinematográficos, como María Antonieta, reina de Francia (1956) y La toma del poder de Luis XIV (1966), demostrando que su visión histórica podía saltar de la página a la pantalla con igual magnetismo. Galardonado con el premio Marie-Eugène Simon-Henri-Martin de la Academia Francesa en 1957, Erlanger fue un titán que transformó la biografía en un arte accesible y apasionante, un cronista que no solo relataba el pasado, sino que lo hacía vibrar.

Carlos V, de Philippe Erlanger, es mucho más que una biografía convencional; es una inmersión deslumbrante en la vida de uno de los monarcas más poderosos y complejos de la historia, un hombre cuyo imperio abarcó continentes y cuyo reinado marcó un punto de inflexión en el destino de Occidente. Publicado en español en 2000, este libro de 352 páginas nos invita a descubrir al emperador bajo una luz nueva, despojándolo de la solemnidad marmórea de los retratos oficiales para revelar al ser humano detrás del cetro. Desde las primeras líneas, Erlanger despliega su magia: con una prosa que fluye como un río caudaloso, nos transporta a 1500, año del nacimiento de Carlos en Gante, hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Huérfano de padre a los seis años y criado en los Países Bajos bajo la tutela de su tía Margarita de Austria, el joven Carlos hereda un mosaico de territorios —España, Nápoles, los Países Bajos, Austria y el Sacro Imperio— que lo convierten, a los 19 años, en soberano de un dominio donde “el sol nunca se ponía”. Pero Erlanger no se conforma con enumerar conquistas; pinta a un hombre atrapado entre la ambición y el deber, un gobernante que lucha por unificar un mundo fragmentado mientras enfrenta tormentas internas y externas.

La narrativa de Erlanger brilla al explorar las contradicciones de Carlos V. Lo vemos llegar a España en 1517, un extranjero que no habla castellano, enfrentándose a la revuelta de los Comuneros, que lo acusan de favorecer a sus consejeros flamencos. Con maestría, el autor nos sumerge en las intrigas de la corte, donde el joven emperador aprende a navegar entre nobles recelosos y consejeros como Guillaume de Chièvres y Mercurino Gattinara, quienes moldean su visión imperial. El libro alcanza un crescendo emocionante con la elección de Carlos como emperador del Sacro Imperio en 1519, un triunfo sobre Francisco I de Francia que desata una rivalidad épica. Erlanger detalla las guerras contra los franceses, los turcos otomanos y los príncipes protestantes, mostrando cómo Carlos, católico ferviente, se debate entre su fe y la necesidad de pactar con herejes como Lutero en la Dieta de Worms. No faltan los momentos de grandeza, como la victoria en Pavía en 1525, ni las derrotas humillantes, como el saqueo de Roma por sus propias tropas en 1527. Cada página destila tensión, haciendo que el lector sienta el peso de un imperio que amenaza con derrumbarse bajo su propia vastedad.

Pero Carlos V no es solo un relato de batallas y tratados; es un retrato íntimo que humaniza al mito. Erlanger dedica capítulos enteros a la vida personal del emperador: su matrimonio con Isabel de Portugal, descrito como un raro oasis de felicidad en medio del caos, y el nacimiento de su hijo Felipe, futuro rey de España. La muerte de Isabel en 1539 lo sume en una melancolía que lo acompaña hasta su abdicación en 1556, un acto que Erlanger narra con una intensidad casi cinematográfica. Retirado al monasterio de Yuste, Carlos pasa sus últimos días entre relojes, libros y recuerdos, un titán que renuncia al poder en un gesto tan inesperado como poético. El autor no esquiva las sombras: la obsesión de Carlos por la unidad religiosa lo lleva a decisiones crueles, como apoyar la Inquisición, pero también lo muestra vulnerable, atormentado por la gota y las traiciones de sus aliados. La relación con su hermano Fernando, a quien cede Austria, y con su hijo Felipe, a quien lega España, añade capas de drama familiar que enriquecen la trama.

Lo que hace de este libro una obra maestra es la habilidad de Erlanger para tejer historia y emoción en un tapiz irresistible. Su estilo, elegante pero accesible, convierte fechas y nombres en una saga viva: el lector no solo aprende, sino que se apasiona. Describe la coronación de Carlos en Aquisgrán con tal detalle que uno casi puede oler el incienso y escuchar las campanas, mientras que las negociaciones del Tratado de Madrid se leen como un duelo verbal entre titanes. Erlanger no idealiza a su protagonista; lo presenta como un hombre de su tiempo, atrapado entre el sueño medieval de un imperio cristiano y la modernidad que despunta con el Renacimiento y la Reforma. Entre los pasajes más memorables está su análisis del enfrentamiento con Solimán el Magnífico, una danza mortal entre dos colosos que define el siglo XVI. Carlos V es, en esencia, una odisea: la de un rey que lo tuvo todo y, al final, eligió la soledad. Es un libro que seduce por su erudición y atrapa por su humanidad, un tesoro para谁quiera que ame la historia contada con alma.



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